30 noviembre, 2005

Clarividencia (Parte 1)

Celeste se frotó los ojos y se incorporó para encender la luz. Se volvió a tumbar en la cama. Otra vez el mismo sueño. Últimamente, soñaba muchísimo. La mayoría de las veces eran cosas ilógicas e inconexas, pero hacía tres noches que tenía un sueño recurrente. Fuego. Sólo veía llamas con un fondo negro. Eran llamas de un rojo intenso, como el de la sangre, y de ellas se desprendía un humo negruzco que se confundía con el fondo de la imagen. Sólo eso, fuego.
Ya llegaba tarde otra vez a la cita con sus amigas. Era sábado por la mañana. El centro de la ciudad estaba lleno ya a esas horas. Mujeres que venían del mercado con sus carros de la compra, parejas que paseaban bajo el tibio sol invernal, taxis, coches, autobuses y, sobre todo, ruido, mucho ruido. Cruzó un semáforo y vio a Ana encendiendo un cigarro en el mechero de un desconocido. Después, se lo agradeció con una de sus encantadoras sonrisas. Cuando el chico siguió su camino, pudo ver a Sandra con su abrigo de pana y sus pantalones vaqueros desgastados. Se aproximó a ellas.
- Eh, chicas.
- Por fin apareces. Llevamos media hora de plantón. -Se quejó Ana.
- Lo siento, se me han pegado las sábanas.
- A mí también me ha costado levantarme, ¿qué te crees? Ayer salí hasta las tantas. -Siguió Ana.
- Se volvió a encontrar con Paco. -Añadió Sandra con ese tonillo tan peculiar que incita al cotilleo.
- ¿El que la tenía pequeña?
- Ése. ¡Qué tío más pesado! No sé como hacerle entender que no quiero nada más con él... Pues lo que os decía: me fui al Roxy y conocí a un tío impresionante. Se llama Adam y es de Londres. Yo, claro, ni papa de inglés. Menos mal que él sabe un poco de español.
- ¿Y si seguimos hablando con un cafetito delante? Me estoy congelando. -Sugirió Sandra.
- Buena idea.
Ana hizo una pausa para darle un sorbo a su cortado y continuó alabando las virtudes de Adam. Sandra y Celeste intentaban seguir el ritmo nervioso de su conversación, llena de exclamaciones y exageraciones.
- Por cierto, tenéis que ver mi coche nuevo. ¡Es una pasada! He aparcado lejos, porque el centro está imposible. ¿Y vosotras qué contáis?
- No tanto -contestó Sandra-. Sigo con mi trabajo en la tienda de ropa. El mes que viene se me acaba el contrato y no sé si me renovarán. La verdad es que no me apasiona mucho trabajar allá en mi pueblo, pero menos da una piedra.
- ¿Por qué no buscas otra cosa aquí en la ciudad? No puedes pasarte la vida en tiendas rurales- sugirió Celeste.
- Pues sí, pero es que con mis estudios...
- Mírame a mí. No acabé el instituto y estoy ganando una pasta -dijo Ana.
- Yo no puedo ser modelo como tú.
- Pero hay otras muchas cosas. Sólo tienes que encontrar la que te vaya a ti. -Ana chasqueó la lengua- No quiero caras largas hoy, ¿eh? ¡Es sábado, por el amor de Dios! ¿Y tú qué? ¿Sigues teniendo sueños surrealistas? Si al menos fueran eróticos...
- Pues la verdad es que sí. Últimamente sueño con fuego. Llamas y llamas de fuego.
- ¿Sólo fuego? –se extrañó Sandra.
- Sí, mujer. Es el fuego de sus entrañas que lucha por salir y quemarlo todo –recitó Ana en tono burlón– ¿No dicen que los sueños son mensajes del inconsciente?
- Entonces el mensaje debe ser que estoy quemada. Gracias, ya lo sabía.
Las tres rieron al unísono, aunque las carcajadas de Ana se oían muy por encima que las de las demás.
- ¿Cómo llevas las clases? -Se interesó Sandra.
- Bien... Como siempre. Ya queda menos para acabar la carrera. Tengo muchas ganas de ponerme a trabajar. -Contestó Celeste.
- Pues no tengas tanta prisa, esto es un asco. -Aseguró Sandra.
- Mujer, tampoco es para tanto, -espetó Ana- . Si no fuera por gente como Elvira, trabajar no estaría tan mal.
- No me hables de esa zorra. Cada vez que la veo me tiene que soltar una de las suyas. -Dijo Sandra.
- ¿Qué ha pasado esta vez? -Preguntó Celeste.
- El otro día fui a recoger a Ana y me miró con esa cara de desprecio y de superioridad que pone...
- Es la única que tiene. -Interrumpió Ana.
- Y me dice la muy guarra: “¿Qué tal las Navidades? Por lo que veo el turrón ha hecho estragos. Deberías pensar en cuidarte un poco”. ¿Quién se cree que es ella? ¿Miss Universo?
- La verdad es que es guapísima y tiene un cuerpazo que te mueres. -Concedió Celeste.
- Pero no se puede ir por la vida mirando a todos los demás por encima del hombro y jugándoles malas pasadas. -Protestó Ana.
- Esa tía haría cualquier cosa por su imagen y su carrera. -Siguió Sandra.
- Venga, no se merece ni que hablemos de ella. -Dijo Celeste.
Se hizo el silencio durante unos instantes.
- Bueno -dijo Sandra-, tengo otra cosa que contaros... estoy saliendo con alguien.
- ¡Eh! ¿Por qué no lo has dicho antes? -Se quejó Ana-. Cuenta, ¿Quién es? ¿Le conozco?
- No le conocéis. Se llama David y es el hermano de una compañera de trabajo.
- Uh... qué morbo -exclamó Ana.
- Qué calladito te lo tenías. ¿Desde cuándo salís?
- Desde hace un mes. No os lo he dicho antes porque no sabía si la cosa iba en serio.
- Mira la mosquita muerta. –Siguió Ana–. Por fin sales con alguien. Ahora has de aprender el arte de utilizar a los hombres.
- ¡Calla ya Ana! No le des consejos. ¿No has oído que van en serio?
- Bueno, y... ¿qué tal es en la cama? -Insistió Ana.
Sandra se puso roja como un tomate.
- ¡Ah! No os habéis acostado todavía.
- No seas bestia, Ana. Es el primer chico con el que sale.
- Es monísimo. Tenéis que conocerle. A ver si quedamos la semana que viene y os lo presento.
- Eso -se animó Ana-. Hace tiempo que no nos montamos una juerga las tres.
- Vale, nos llamamos esta semana y lo arreglamos -dijo Celeste.
- Vamos a arrasar, chicas, ya lo veréis...
Tras un rato más de charla, Sandra y Celeste acompañaron a Ana hasta su coche, un deportivo verde metalizado. Su dueña se apoyó en él y acarició la carrocería con las yemas de los dedos.
- ¿A qué es el coche más bonito que habéis visto en vuestra vida?
- Es precioso -dijo Celeste- quién pudiera tener un coche así.
- Llama la atención, de eso no hay duda -replicó Sandra.
- Ya veréis como ruge, nos lo llevaremos a nuestra pequeña fiesta nocturna de la semana que viene. ¡Uh! ¡Va a ser genial! -dijo Ana metiéndose en el coche. Llamadme y decidme como quedamos. ¡Hasta la vista!
Sandra y Celeste la despidieron con la mano y caminaron juntas hacia sus respectivas paradas del autobús.
- Así que me has dejado como único miembro de club de las solteras.
Sandra rió tímidamente.
- Tú porque no quieres, que si no caerían a tus pies.
- Mi problema es que cuando un chico me interesa, no puedo estar a gusto en su presencia y mucho menos hablarle. Me siento estúpida y pienso que no le va a interesar nada de lo que le cuente.
- ¿Y te crees que para mí ha sido fácil? Lo mío era terror a los hombres. David me está ayudando a superarme en todo. Tú eres una persona mucho más abierta que yo, verás como superas lo de Luis y encuentras a tu media naranja.
- Quizás sea la semana que viene -bromeó Celeste.
- Nunca se sabe...

Nota: Si quieres seguir la historia, busca las demás partes publicadas hasta el momento en los archivos de diciembre, febrero y marzo.

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