07 noviembre, 2005

Las desgracias nunca vienen solas

¡Y sigue la racha de mala suerte! La semana pasada parecía que la cosa mejoraba. Superé sin secuelas mi feroz constipado, puesto que normalmente me paso una semana más tosiendo. Y justo al día siguiente (miércoles) me ofrecen trabajar dos días interpretando en un Euroforum de la Universidad Politécnica. ¡Qué ilusión volver a currar! Me fui toda emocionada esperando encontrar a unos cuantos sordos ávidos de conocimiento, pendientes de mis manos para empaparse de lo que decía el conferenciante de turno. Creo que mi trabajo es uno de los más satisfactorios que existen. Ver como se ilumina la cara de una persona sorda cuando por fin accede a esa información que sin tu labor le estaría vetada te anima a seguir adelante, a pesar de lo duro que resulta a veces este mundillo.
Pero me estoy yendo por las ramas. Nada más acabar la conferencia me llaman de nuevo para trabajar en la Universidad de Valencia, interpretando las clases para varios alumnos sordos. La cosa sería para más tiempo. ¡Qué bien, al fin estoy de nuevo en la brecha! Pero se me ocurrió ir ayer domingo a hacer una pequeña escursión por el campo, con tan mala suerte que de la manera más tonta pisé mal una piedra y me torcí el tobillo. Parecía que no era nada, pero al volver en el coche empezó a doler y aquí me tenéis con mis muletas, un esguince de grado uno y el tobillo inmobilizado. Jamás en la vida me había hecho un esguince y tiene que pasarme justo ahora.
Por supuesto no he podido incorporarme al trabajo. Menos mal que han decidido contar conmigo de todas maneras y empezaré el próximo lunes, cuando se supone que estaré recuperada. Y vamos que si me voy a incorporar. Aunque tenga que ir arrastrándome yo voy a trabajar por la gloria de mi madre.
De manera que sigo en esta época de no levantar cabeza, descubriendo la verdad que se esconde detrás de ese refrán que dice que "las desgracias nunca vienen solas". Ale, me voy a practicar un poco con las muletas.

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