17 junio, 2009

Los hombres que odian a las mujeres

Éste es el título original de la primera parte de la trilogía Millenium, escrita por el trágicamente fallecido Stieg Larsson, y que se ha convertido en el fenómeno literario del momento. La verdad, no sé a qué viene el eufemismo del título en español. Supongo que la traducción literal es demasiado contundente, y podría haber echado atrás a muchos potenciales lectores.
Hacía ya meses que no leía ningún libro y lo achacaba a que no tengo tiempo, pero la excusa quedó en evidencia cuando cogí entre mis manos un ejemplar de "Los hombres que no amaban a las mujeres". Desde entonces (no hace muchos días), cualquier momento es bueno para leer unas páginas: en el metro, en los descansos del trabajo, antes de acostarme... y es que engancha desde el principio hasta el final.
Leyéndolo me acordé fugazmente de la serie de televisión "Twin Peaks", que devoré en mi adolescencia y que a los de mi generación nos parecía lo más de lo más. ¿Quién mató a Laura Palmer? El agente Cooper era tema de conversación en el vestuario femenino del instituto. Hace unos años sacaron la serie completa en DVD y emocionada, me puse a ver el primer capítulo. ¡Casi me da un ataque de risa! Cómo cambian las cosas y la perspectiva con los años.
Pero volvamos al libro. No deja de chocarme el hecho de que en Suecia, ejemplo siempre perfecto de la sociedad del bienestar, esté tan extendida la lacra de la violencia de género. Parece ser que cuanta más igualdad conseguimos las mujeres, más se encabritan los machistas trasnochados.
Tras leer los datos que da Larsson sobre la violencia contra la mujer en su país (las cifras son escalofriantes), me dio por hacer una pequeña retrospectiva de los momentos en mi vida en los que he sufrido algún tipo de abuso como mujer. Y no han sido pocas las ocasiones que he recordado. Son situaciones triviales (en mi caso) que pasamos por alto diciendo "son cosas que pasan", pero que van minando nuestra auto estima como mujeres e incluso nos hacen sentirnos culpables.
Lo que más me sorprende es que, siendo como soy una persona bastante asertiva en mi entorno cercano, nunca he respondido a estos abusos con indignación, ni me he defendido. En todos los casos, he huido de la situación. Y no hablo de cuando era una niña, sino de cuando tenía conciencia plena de lo que me estaba sucediendo y me sentía indignada por ello.
Creo que las mujeres sentimos vergüenza de confesar estas pequeñas situaciones, esos tocamientos en los transportes públicos, esos comentarios groseros, esas insinuaciones que pretenden hacerte sentir como una fulana. No sé la razón, pero puede que en el fondo nos sintamos culpables y pensemos que es natural que algunos hombres se comporten así, y que hay que soportarlo. Tememos que si gritamos en el metro "¡deja de tocarme el culo, guarro asqueroso!", todos van a pensar que estamos locas, y que nos imaginamos las cosas. ¿Aún vale más la palabra de un hombre que la nuestra? Son pequeños gestos que nos recuerdan cuál es nuestro lugar todavía hoy en una sociedad que se dice avanzada.
Las mujeres tenemos que tomar aún las riendas de nuestra sexualidad y aceptarla, para que nadie pueda poner en duda nuestra integridad y podamos defendernos de estas "agresiones". Yo, por mi parte, prometo no volver a soportar ninguna de estas situaciones en silencio. ¿Y vosotras? Si unimos nuestras voces, pronto acallaremos a todos esos hombres que aún odian a las mujeres.