25 febrero, 2009

Entre crisis y pañales

Aquí estoy de nuevo, retomando el blog donde lo dejé. Durante este tiempo he tenido en varias ocasiones la tentación de eliminarlo, pero siempre me ha temblado la mano cuando iba a pulsar la tecla que hubiera puesto fin a tanto trabajo y dedicación. Al final, he decidido que vale la pena seguir escribiendo. Quiero dar las gracias a la gente que, en este tiempo de silencio, ha dejado comentarios en alguna de las entradas del blog. Esto me ha dado ánimos también para volver a escribir.
Mi vida ha dado un giro de 180 grados, porque en este rato que no he compartido mi vida con el ciberespacio, he sido mamá de un nene precioso. Ahora tiene 2 meses, y como os imagináis me tiene más que ocupada cambiando pañales, dando biberones y haciendo carantoñas. Su nacimiento ha coincidido con el mejor momento de la crisis (o peor, según se mire) y para muestra un botón: cuando avisé en la empresa de que me cogía la baja de maternidad, me avisaron a mí, eso sí, "de buen rollo", de que mi contrato finalizaría en ese momento. ¿Ilegal? Ya lo sé, pero no me queda más remedio que tragar, porque allí es el único sitio donde puedo ejercer mi profesión (intérprete de lengua de signos) en mi comunidad autónoma.
Mi marido, por su parte, tampoco está en su mejor momento laboral, por lo que nos planteamos un cambio radical de aires. En nuestros delirios, provocados por la subida del euribor, hemos llegado a fantasear con emigrar a algún paraíso europeo. Y digo paraíso, porque en cualquier otro país de Europa se tiene un sueldo decente al mes, y eso es casi un lujo para el españolito medio.
Mientras disfruto de mi baja maternal, pienso seriamente en si cambiar mi ámbito laboral por completo. Me duele el alma cuando me imagino no volviendo a hacer lo que más me gusta, lo que me motiva de verdad y a lo que he dedicado mi ilusión durante los últimos 7 años. Pero es que no puedo continuar así. Quiero un trabajo que me permita estar con mi niño por lo menos una parte del día, y con el que pueda pagar la hipoteca. Creo que no es mucho pedir.
No es la primera vez que me planteo abandonar el mundo de la comunidad sorda, y siempre he encontrado algún aliciente o señal en el camino que me ha animado a continuar. Hoy vuelvo a buscar esa señal. La busco esperanzada. Espero con los ojos bien abiertos, los oídos atentos, y el corazón encogido.