24 agosto, 2009

Las delicias del pueblo

Acabo mis vacaciones justo cuando la mayoría está haciendo las maletas para emigrar de la ciudad. Agosto trabajando... y gracias dando, tal y como está el mercado laboral. Pero no hablemos del trabajo, sino de las dos semanitas de vacaciones que me he pasado con la familia en el pueblo.
No es mi pueblo, que conste, pero mis padres se han sumado a la moda de alquilar una casita de pueblo para todo el año y pasarse allí fresquitos todas las vacaciones de verano. Y, cómo no, había que ir a disfrutarla aunque fuera un poquito.
Los pueblos son en sí mismos un micromundo en el que o encajas o estás perdida. Nada más llegar, mi madre nos informó de las nociones básicas que son necesarias para sobrevivir: 1 Cuidado con lo que dices o haces, porque siempre hay como mínimo dos ojos mirándote y una oreja escuchándote; 2 esos ojos y orejas van acompañados de una boca que luego se dedica a contar el chisme en cuestión; 3 No intentes pasar despercibida, no lo vas a conseguir. 4 saluda a "to quisqui" aunque no tengas ni puñetera idea de quién es, ellos saben tdos quién eres y qué haces allí.
A continuación, está todo aquello que debes saber de los vecinos para no meter la pata y estar al loro de lo que sucede en el lugar. Por ejemplo, es importante saber que el carnicero es gay, así que no sirve de nada intentar ligar entre corte de entrecôte y panceta. La señora Dolores habla por los codos y es mejor no darle conversación si quieres llegar a casa para cenar. El hijo del señor Andrés vende patatas, cebollas y tomates. Los huevos los tiene un poco pasados. La panadera y la de la frutería son unas antipáticas, así que si no te saludan no te lo tomes como algo personal. El socorrista de la piscina está separado, está en edad de merecer y tiene dos hijos. Además, todas las abueletas que van a la piscina se lo comen con los ojos.
Después de estar bien enterados de todo, se nos permite salir a la calle y disfrutar de las delicias del pueblo: el sol de la piscina, el airecillo de la tarde, los paseos a las fuentes... Han sido unos días de tranquilidad y desconexión de la rutina.
Como todos no cabemos en la casita, primero he ido yo, y ahora en agosto le ha tocado a mi hermana. Y parece ser que o no le han explicado bien las normas básicas de superviviencia en el pueblo, o se las ha pasado por el... (conociéndola, va a ser lo segundo), porque nada más llegar, se ha liado con el socorrista, poniéndole los cuernos a su marido y echando por los suelos el buen nombre de la familia, ja ja. En fin, bromas a parte, han sido unos días inolvidables y una nueva experiencia que ha valido la pena vivir.