17 marzo, 2006

Comida sana y al rico virus intestinal

Ufff. He tardado tanto es escribir porque llevo una temporada que no puedo con mi alma. Hará un mes y medio o así se me ocurrió cambiar mis hábitos de alimentación, con la idea de comer más sano. Es decir, cambiar las grandes cantidades de carne que como por mucho pescado, sólo carne de pollo y ternera, mucha ensalada y verduritas. La dieta mediterránea, vamos. La cosa me iba muy bien, me sentía mejor, menos pesada al terminar las comidas. ¡Había conseguido hacerme sana! Pero hace dos semanas nos fuimos a celebrar el embarazo de una conocida a un restaurante y tras la cena (que yo cené como todo el mundo), me metí en la cama. A las tres de la mañana me levanté con nauseas, vómitos, diarrea... Así toda la noche. Mejor no entro en más detalles, pero creo que en mi cuerpo no quedó ni la primera papilla. Yo pensaba que me había sentado mal la cena, pero al día siguiente, aun sin comer nada, tenía casi 39 de fiebre. Me bebí dos litros de suero con sabor a Tang de naranja y perdí la friolera de 2 kilos en un día. Era un virus intestinal.
Mucha gente me ha dicho que quiere que le contagie el virus, que también quieren perder dos kilos. Desgraciados, no sabéis lo que decís. Lo mal que se pasa no se lo deseo a nadie. Además, infelices, los dos kilos los recuperas nada más abrir la boca para comer tu primera tostada de jamón york.
Sobra decir que después de eso estaba echa polvo. Pues al parecer mi cambio de dieta unida al virus, hicieron que me bajara el hierro a lo bestia, con lo que tenía una anemia de aquí te espero. Ahora me estoy tomando hierro y he vuelto a mi dieta grasienta y llena de carne y alimentos ricos en hierro. Al parecer hay personas que necesitamos comer mucha carne para mantenernos bien. Supongo que tendrá que ver con el metabolismo y con el gasto de energía. Es cierto que yo siempre he sido una persona con mucha energía y estaba como ralentizada. Nada, a comer a lo bestia y espinacas como popeye. Y si luego no cabe el bikini mala suerte, que lo importante es la salud.

01 marzo, 2006

Nueva terapia esotérica

Hace tiempo que había oído hablar de las "constelaciones familiares", pero no sabía de nadie que hubiera participado en una de esas reuniones. Esta semana se me ha brindado la oportunidad de ir a una de ellas. Mi tía, apodada "la bruja", por ser siempre la primera que se mete en todos estos "fregaos", me ha asegurado que es alucinante. Os cuento un poco de qué va.
Se trata de una especie de trabajo para descubrir qué se esconde detrás de las relaciones dentro de tu familia y sanar las posibles tensiones que existen. Hasta aquí no se diferencia mucho de lo que puedas hacer en el psicólogo. Pero el método es algo peculiar y funciona de manera parecida a la coescucha, que ya comenté en otro post. Una persona de la reunión se ofrece para constelar sobre la relación con algún miembro de su familia. Entonces, elige de entre los presentes a alguien que represente a su padre, madre, hermanos u otros familiares (depende de lo que quiera constelar). Estas personas que elige no son de su familia, es más, se aconseja que sean desconocidos.
Las personas elegidas salen delante de la gente y se espera a que suceda "algo". Y al parecer, algo sucede. Curiosamente las personas empiezan a sentir ciertas cosas (incomodidad, rechazo hacia algún compañero, etc). La escena la dirige la que modera la reunión, una tía especialista en constelaciones familiares, que dicen que es la caña. Les pregunta a cada uno qué sienten hacia cada uno de los demás y, poco a poco, se va recreando una representación. La persona que constela y ha elegido a sus familiares, únicamente observa la escena y lo que sucede. Según me han contado reconoces a tu familia en la forma de actuar de esas personas y entiendes muchas cosas sobre cómo se sienten los miembros de tu familia. Además, puesto que los patrones familiares suelen repetirse generación tras generación (por llevarlos en los genes y copiarlos de nuestros padres), de esta manera dicen que se consigue sanar lo negativo que se ha acumulado durante varias generaciones en tu familia y evitar que se repita.
Esa es toda la información que tengo por el momento, puesto que no voy hasta el 25 de marzo. Sí, por supuesto que me he apuntado. Yo me apunto a un bombardeo si las fuentes adecuadas me lo aconsejan. Cierto es que parece inverosímil, pero tras ver lo que sucede en las reuniones de coescucha, yo ya no digo "imposible" hasta que lo pruebo. De todas formas, lo comprobaré a finales de este mes y os contaré qué tal me fue. Uff, y me voy a cenar que me rugen las tripas.

Clarividencia (parte 4)

El concierto de rock era en la sala de un pequeño pub de las afueras de la ciudad. El calor del interior de la sala contrastaba con el frío invernal del exterior, lo que hacía que nada más entrar por la puerta se apoderara de los presentes la sensación incómoda que precede a la sudoración.
Tras la cola de la entrada, Celeste y sus amigas pudieron acceder por fin al local. Se abrieron paso entre la gente para colocarse en el centro de la sala. El concierto iba a empezar ya y Sandra miraba nerviosa alternativamente su reloj y la puerta. Al cabo de un los ojos se le iluminaron. Ana y Celeste se dieron la vuelta y vieron a Sandra besar a un chico alto y moreno, que la rodeó con sus brazos. Sonrientes, se acercaron a ellas cogidos de la mano.

- Eh, pues no está nada mal el tío. Joder con la Sandra. –le comentó Ana a Celeste por lo bajini.

- Chicas, éste es David... David, éstas son Ana y Celeste.

El concierto estaba a punto de empezar. Se oyeron algunos gritos cuando los artistas salieron al escenario con sus guitarras.
Sudor, todo era sudor. La gente saltaba y cantaba al ritmo de la música estridente. Celeste iba de un lado a otro saltando, intentando seguir el ritmo de los demás y no acabar aplastada. Pero no estaba allí. Pensaba en Luis y lo que le había dicho Elvira. Pensaba en Jorge y en cómo miró a Ana aquel día en el Roxy. Miraba de reojo a Sandra y David y sintió envidia de su felicidad. Algo en su interior la impulsaba a seguir saltando.
La masa humana empezó a volverse más inestable. El ritmo regular se rompió y algunos se empujaban los unos contra otros mientras seguían saltando y gritando. Algunos espectadores se apartaron, avasallados por la violencia de la multitud. Ana se había separado del grupo nada más empezar el concierto. Aquello de saltar y sudar no iba con ella. Poco después, Sandra se reunió con ella en la barra. David se ofreció a acompañarla, pero ella se acercó para chillarse algo al oído.

- ¡Quédate tú y disfruta del concierto! ¡Y de paso le hechas un ojo a Celeste, que no sé que hace ahí metida donde hay más follón!

Celeste se dejó contagiar poco a poco por la locura colectiva. Ella también chillaba. Chillaba por dentro y por fuera. La imagen de Jorge mirando a Ana el pub volvió a su mente. ¿Por qué se sentía tan vulgar e insignificante?
David se puso a su lado, intentando frenar la violencia de los que la zarandeaban de un lado a otro. Ella estaba como ida, gritando sin parar. Ambos se movieron al ritmo de la gente. Chocaban el uno contra el otro en cada salto. Las gotas de sudor salpicadas de los cuerpos empapados parecían estar flotando en el aire. Celeste deseó que Jorge estuviera allí en ese momento y poder chocar con él involuntariamente, del mismo modo que estaba chocando con los que la rodeaban. Quizá en alguno de aquellos encontronazos íntimos y resbaladizos, él se diera cuenta por fin de lo que sentía por él y fueran a esconderse a una esquina del pub, uno en brazos del otro, para saborear la sal en su piel.
Pero era imposible, tan imposible que dolía y tenía que seguir gritando. Un momento más tarde, una de las embestidas de la gente la hizo tambalearse de tal modo que iba a caer al suelo. Pero David estaba a su lado y la cogió en el último momento por un brazo. La mano le resbaló gasta la muñeca de Celeste y la atrajo hacia él. En ese momento, ella se sintió extraña., un flash la cegó y una escena le vino a la mente...
“Era una habitación sencilla y cálida. Había un chico de pie junto a la cama, desnudo de cintura para arriba. Le reconoció enseguida. Era David, al que acababa de conocer. Abrazaba a una chica. Le apartaba el pelo y le hundía la cara en el cuello, acariciándole la espalda. Oyó los suspiros de ambos y los besos. De repente, él empujó a la chica sobre la cama...”
Celeste se desvaneció y David tuvo el tiempo justo de cogerla para evitar que cayera al suelo. Salieron de la multitud y Ana y Sandra se acercaron asustadas. Entre los tres la llevaron hacia la barra y la sentaron en uno de los taburetes. Después de abanicarla con unos folletos que les dio la camarera, Celeste abrió los ojos. Parpadeó varias veces, volviendo a la realidad y sin entender aún lo que había ocurrido.

- Celeste, tía, ¿te encuentras bien? –Preguntó Ana.

- Cre... creo que sí.

- Menudo susto nos has dado.

- ¿Qué... qué me ha pasado?

- No lo sé, –dijo David.- De repente se te han puesto los ojos en blanco y te has desplomado. Menos mal que he podido cazarte al vuelo.

Celeste se levantó, asegurando que estaba bien, sólo había sido un pequeño mareo. Pero ¿Qué le había pasado? ¿Había sido una alucinación? Quizás era por el calor.

- Será mejor que me vaya a casa. Estoy cansada y creo que el calor me ha afectado un poco.

- ¿Tan pronto? –se quejó Ana- pero si el concierto aún no ha terminado...

- Déjala, que no se encuentra bien. ¿No le ves la cara? Parece que haya visto un fantasma. –dijo Sandra.

- Si quieres te llevamos en mi coche –se ofreció David. –Es mejor que te no te vayas sola, no vaya a ser que te vuelva a dar un mareo de esos en plena calle. Voy a traerlo, vosotras salid a la puerta.

Y dicho esto, se alejó hacia la salida.

- ¿A que es majo? –dijo Sandra.

- Pues sí, lo parece –dijo Celeste aún algo confusa.

- Yo le daría un 8, desde luego. –dijo Ana.

Las tres rieron la gracia y se dispusieron a salir del local.
David detuvo el coche frente al portal de Celeste y ésta bajó del coche.

- ¿Seguro que no quieres que te acompañemos arriba? –Preguntó Sandra.

- Seguro, iros tranquilos. Estoy bien. Gracias por traerme.

- Buenas noches.

- Buenas noches.

Mientras entraba en su casa, Celeste empezó a darle vueltas a lo sucedido. ¿Qué le había pasado? Había sido como uno de sus sueños, pero esta vez no estaba dormida. Como en sus sueños, había visto la escena perfectamente, con todo detalle. Era como si ella estuviera allí, como si fuera la espectadora de una película que iba pasando delante de sus ojos. Se preguntó si estaría loca. No, no había que exagerar. Estaba cansada y el calor la había afectado un poco, eso era todo.