18 enero, 2006

Depilación láser, el nuevo martirio femenino

Acabo de llegar de mi primera sesión de depilación láser. El aparato tiene un nombre muy tierno, Alejandrita, pero su propósito principal es martirizar la zona de tu cuerpo que hayas decidido depilarte, con unas sensaciones hasta ahora desconocidas. Mira que a las mujeres nos gusta sufrir.
Antes era la cera caliente. Embadurnarte con ese mejunje que a menudo estaba demasiado caliente y luego arrancarte los pelos de cuajo. Y ese escozorcillo que se te queda después como si lo que te hubiesen arrancado fuera la piel a tiras. Umm, qué gusto. Y luego inventaron la cera tibia, que sí, para las que tengan microondas genial, pero yo tenía que calentarlo al baño maría, y cuando iba por un cuarto de pierna me tocaba volver saltando a la pata coja a la cocina para recalentar la cuestión, porque se había quedado como una piedra.
Más tarde salió lo más moderno: la "Epilady". Que vamos, al que inventó el aparatito (porque seguro que fue un condenado hombre), le iba yo a decir un par de cosas bien dichas. Las primeras que sacaron al mercado te cogían el pelo, te lo retorcían con saña, y luego lo arrancaban. Todo poquito a poco, no vaya a ser que sufras poco. Y luego ponía en las instrucciones (je,je, qué gracia) que había que pasarse la máquina con la piel seca. ¡Pero cómo va a estar seca, si normalmente te depilas en verano con 40 grados a la sombra y encima sudas la gota gorda cada vez que ves acercarse la maquinita a tu pierna! No tenía sentido, la verdad. Y claro, el bicho empezaba a saltar como desbocado porque no resbalaba bien por la pierna sudorosa. Un follón.
Aunque yo siempre he sido partidaria de la sencillez de la cuchilla. Llamadme cobarde si queréis, pero no hay nada mejor para tener unas piernas perfectas y aterciopeladas. Lo había probado todo. Y el año pasado se puso de moda la depilación láser. Mi prima iba a empezar a hacérselo y me entró curiosidad. Este mes, por fin, me he decidido a probar. La propaganda que me hicieron no fue muy buena. "Sientes como un pequeño pinchacito". Genial, y yo tengo fobia a las agujas. "No mujer, pero no es lo mismo". Sí sí, ya veremos.
El caso es que me he plantado allí con cara de susto y cuando me he tumbado en la camilla me he puesto tiesa como un palo, a la defensiva. La chica ha bromeado con nosequé, no me acuerdo la verdad, y yo he soltado una risilla exagerada y artificial, de puro nerviosismo. Para no verlas venir, te dan unas gafas opacas muy monas, tipo Solmanía, por lo que a veces estás tan tranquila y "chaca", te enchufan un disparo de láser dónde menos te lo esperas. Pero no voy a ser exagerada. Se sufre más o menos como en una sesión de cera. En general me ha gustado la experiencia. Sobre todo me ha gustado que después de unas cuantas sesiones no tendré que volver a depilarme nunca más. Bueno, dicen que es bastante efectivo, que a lo mejor te toca hacerte un repaso una vez al año o cada dos años, pero vale la pena. Ya iré contado mis progresos. Se supone que ahora veré caer mis pelos como las hojas de los árboles en otoño. ¡Qué poético! En fin, un método más, que espero sea el definitivo, para librarnos de esa parte nuestra tan antiestética y acabar con todos estos siglos de martirio y sufrimiento que hemos padecido las mujeres. Que así sea, ¡Viva la depilación láser!

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